Un día, un monje preguntó a su maestro zen:
– ¿Cómo podríamos librarnos de la necesidad de vestirnos y alimentarnos cada día?
Éste dijo:
– Nos vestimos, comemos.
Y dijo el monje:
– No comprendo
El maestro contestó:
Este día nunca volverá, cada instante es precioso, vale más que la mejor de las joyas.
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