Hace mucho tiempo vivió en Japón un ladrón célebre por su audacia. Robaba en el Palacio Imperial y la guardia era incapaz de sorprenderlo. Pusieron precio a su captura. Una noche entró a robar en una lujosa mansión y el hijo del propietario, un niño pequeño, se levantó de su cama y comenzó a jugar con el ladrón sin ningún temor. Este quedó muy impresionado y jugó con el niño hasta el amanecer. Después se entregó a las autoridades y pidió perdón. La inocencia lo transformó.
Tu mirada
Hace 7 años