Un admirado Samurai muy bien adiestrado, contemplaba absorto durante la primavera, la belleza de un cerezo en flor. Mientras así se encontraba, percibió algo amenazante a su espalda. Se dio la vuelta, pero no halló rastro alguno de la amenaza. Esto le dejó perplejo durante un tiempo, ya que había adquirido, tras un largo entrenamiento, la capacidad de percibir la presencia de las amenazas antes de que se manifestaran.
La idea de haber perdido esta cualidad le dejó reocupado y así se mantuvo durante días, hasta que cierto día uno de sus compañeros le dijo:
“¿Por qué estás tan preocupado?”
El Samurai le contó lo sucedido y entonces el compañero le confesó:
“Mientras estabas tan absorto admirando los cerezos en flor, por mi mente pasó la siguiente idea: Mira que distraído está, ahora es la oportunidad de atacarlo, seguro que lo podría vencer.